18 de abril de 2014

Reflexiones de semana Santa: El día en que el universo se estremeció

 Suspenso en el cielo, un día que nadie se imaginaba vivir, los profetas lo visualizaron y se asustaron, pensaron que Dios lo había castigado. Los ángeles apartan la mirada, y a Dios se le estremece el corazón.

El calendario de Dios anunciaba que el día había llegado, no había marcha atrás, no se podía abandonar el plan, todo el universo a la expectativa. Jesús el hijo amado de Dios iba a ser ejecutado por su propia creación, iba a sufrir física y emocionalmente la peor de las muertes, sus últimos días en la tierra iban a estar cargados de dolor, traición, abandono. El carpintero de belén iba a enseñarnos la más grande demostración de amor que nadie jamás hará por nosotros.


Mientras tanto las huestes del mal creen que han vencido, Satanás se frota las manos sin saber que sus días están a punto de llegar a su fin y para siempre.

Los discípulos, para ellos fue una semana difícil, todavía trataban de entender algunas de las ultimas enseñanzas del maestro, pensaban y comentaban entre ellos ¿que era todo eso? ¨por un momento voy a dejarlos, pero luego vendré a traerlos¨ no entendían a donde iba Jesús ni las cosas que les decía. Definitivamente el Maestro ha estado extraño últimamente (comentaban).

Volvamos al cielo, el Padre llora, no puede hacer nada, con gusto mandaría a una legión de ángeles que recataran a su hijo, que lo salvaran de esa muerte vergonzosa, pero no puede, su amor por nosotros lo mantiene observando, su corazón se estremece cuando ve que los soldados se llevan a su hijo, le duele ver como lo abofetean, como se burlan del acto de compasión mas grande de la historia. No puede hacer nada.

¿Qué tal el maestro? ¿Qué siente? ¿Hay chance de llorar? No.
Jesús enfrenta la muerte pensando en nosotros. Como una oveja cuando la trasquilan se ofrece voluntariamente, como un siervo obediente colabora con los soldados. Aun piensa en sus discípulos, en Pedro, en Juan, en Santiago, piensa en lo que les pueden estar haciendo los Romanos, piensa en su Madre, esa que le dio la vida, esa que lo cargó en sus brazos, aquella que lo alimentó, esa madre que sufrió por Él, piensa en ella y se le ocurre dejarla con su discípulo más querido.

Jesús nunca retrocedió, como todo un héroe continuó valiente hacia delante, el sufrimiento que pasó solo lo hizo ratificar su amor por nosotros. Es ese Jesús a  quien admiro y por quien mi vida tiene sentido. Es ese Jesús quien no tiene comparación, quien nos ha regalado una puerta directa al Padre, quien nos motiva cada día pensando en lo que Dios nos tiene preparado en el cielo. Es a ese Maestro a quien amo, y quien nos ha regalado una vida eterna, el mejor regalo que podemos tener.

No menospreciemos lo que Jesús ha hecho por nosotros, no nos desviemos en la tradición, en las películas, en las procesiones, sin pensar en lo que realmente debemos entender ¡Nosotros matamos a Jesús! Con nuestro pecados, con nuestro estilo de vida que no podíamos frenar, con aquellos resentimientos que no podíamos perdonar, con nuestra incapacidad humana de encontrar una salvación. Recordemos que la razón principal de la venida de Jesús aquí en la tierra fue para salvarnos. Lo único que podemos hacer ahora es decir ¡Gracias! Admirar y valorar ese amor, recordar ese día y entender lo que nos ha amado el Padre y seguir adelante tratando de ser mejores para la gloria de Dios.

Isaías 53: 6-8
Todos nosotros nos perdimos como ovejas, siguiendo cada uno su propio camino, pero el Señor cargó sobre él la maldad de todos nosotros. Fue maltratado, pero se sometió humildemente, y ni siquiera abrió la boca; lo llevaron como cordero al matadero, y él se quedó callado, sin abrir la boca, como una oveja cuando la trasquilan. Se lo llevaron injustamente, y no hubo quien lo defendiera; nadie se preocupó de su destino. Lo arrancaron de esta tierra, le dieron muerte por los pecados de mi pueblo.