19 de agosto de 2013

Espiritu hambriento y sediento de Justicia



 Mateo 5: 6
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.

Estoy seguro que en algún momento de nuestra vida hemos experimentado esa sensación de dolor de cabeza, mal humor, fatiga, originada por la falta de alimentos o la falta de agua para nuestro cuerpo, también estoy seguro que fue algo momentáneo que fue saciado a la brevedad.


Jesús compara el sentimiento de desesperación que provoca el hambre y la sed con el hombre que siente esa misma necesidad pero por hacer lo que es justo ante Dios. A medida que leía una y otra vez esta escritura, una pregunta saltaba a mi mente ¿Soy un hombre que siente esa necesidad de hacer lo justo? ¿Me incomoda, me da dolor de cabeza cual hombre hambriento o falto de sed buscar la justicia? Y lo más importante de todo ¿Busco hacer algo al respecto? Me doy cuenta que me falta sentir en mi esa necesidad de la cual nos habla Jesús.


Estoy de acuerdo que muchos de nosotros nos inclinamos hacia la justicia y en alguna medida hacemos lo que podemos, pero de sentir esa inclinación a sentir esa “necesidad” de hacer algo por ella hay una gran diferencia.

Jesús describe a un hombre sensible en su corazón, que ve algo injusto y no se siente satisfecho hasta que trabaja por ello, que no ve la desigualdad en el mundo voltea a un lado, sino a un hombre que no está conforme hasta lograrlo. Jesús era este tipo de hombre, miremos esta escritura…

Juan 4:30-34
Entonces salieron del pueblo y fueron a donde estaba Jesús. 31  Mientras tanto, los discípulos le rogaban:–Maestro, come algo. 32  Pero él les dijo: –Yo tengo una comida, que ustedes no conocen. 33  Los discípulos comenzaron a preguntarse unos a otros: –¿Será que le habrán traído algo de comer? 34  Pero Jesús les dijo: –Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y terminar su trabajo.

Jesús podía pasar largos periodos de tiempo sin alimentar su cuerpo, pero no podía pasar ni un momento sin hacer la voluntad de Dios, ese era su alimento, eso lo fortalecía, nutría su espíritu.

Así pues, el hambre que describe esta bienaventuranza no es el agradable apetito que se satisface con un bocadillo a mitad de la mañana, sino es el hambre de la persona a punto de morir de inanición, o la sed del que se morirá si no bebe.

En ese caso, esta bienaventuranza contiene realmente una pregunta y un desafío. ¿Hasta qué punto queremos la justicia? ¿La queremos tanto como quiere el hambriento la comida, o el agua el que se está muriendo de sed? Jesús nos dice que si ese sentimiento está en nuestro corazón, podemos estar seguros que vendrá la recompensa desde el cielo.

Roguemos a Dios por ese corazón que tenga hambre y sed de justicia