9 de mayo de 2014

La gratitud, un corazón que agrada a Dios

¿Cuan agradecido somos?
La gratitud viene de un sentimiento interno que reconoce que algo se nos ha dado, ese sentimiento lo expresas con una acción que sale del corazón y que entregas a cambio.

Hay una escritura que me llama a atención con respecto a este tema. Todos conocemos la historia de los diez leprosos (Lucas 17:11-19) en ella solo uno de los 10 regresa a Jesus para dar gracias.

Analicemos lo que podemos aprender de esta porción de la Biblia:


1.    El solo hecho de que Jesús se acerca a ellos ya era digno de agradecer (pues los leprosos estaban excluidos de la sociedad)
2.    Cuando vieron a Jesús se quedaron a distancia, prefirieron gritar que acercarse al Maestro (su inseguridad era grande).
3.    Aun contra todo lo que ellos pudieron pensar, Jesús se acerca y los sana, mandándolos a presentarse ante el sacerdote.

Aquí viene lo bueno (o lo malo):

V.17  Jesús dijo: – ¿Acaso no eran diez los que quedaron limpios de su  enfermedad? ¿Dónde están los otros nueve?

Lo que me llama la atención en la pregunta de Jesús es que la falta de gratitud sorprende a Dios. Dios espera gratitud de todos.

En el camino de la transformación, estando llenos de felicidad, rápidamente olvidaron el estado en que se encontraban, se enfocaron en su nueva condición y olvidaron a quién le debían ese cambio.

En medio de nuestra vida cristiana, podemos enfocarnos en todo lo que Dios nos ha regalado y olvidar dos cosas: 1. El ser que nos llenó de felicidad. 2. El lugar tan desagradable en que nos encontrábamos.

El tiempo en la Fe no debe hacernos personas que se quejan de todo, esto no hace mas que revelar nuestra ingratitud para con Dios. Al contrario debemos buscar cada día una razón por la cual debemos alabar a Dios y darle gracias.

La gratitud a Dios tambien es la base para expresar gratitud a los demás. Todo inicia con nuestro creador.

Eran 9 judíos y un samaritano (no entraremos en esta reflexión a explicar lo que representaban los Samaritanos para la sociedad Judia) pero vamos a ver el corazón de este hombre.

¡El Samaritano! Cuando llegó a Jesús, se postró a sus pies - ¡y rompió en alabanzas y acción de gracias! Desde lo más profundo de su ser vertió adoración para el Hijo del Dios viviente: “¡Tú eres Dios!

Imagino a este hombre apareciéndose en todos los lugares donde Jesús enseñó. Cada vez que Cristo estaba en la ladera de una montaña o costa, allí se sentaba el leproso limpiado, justo al frente. Él gritaba en alta voz: “¡Te amo, Jesús! ¡Gloria a Dios! ¡Te Alabo!”

Ese es un corazón agradecido y es a lo que estamos llamados todos aquellos que hemos sido limpiados.

¡Que tengan un gran día!