Mateo 16:24
Luego
Jesús dijo a sus discípulos: –Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de
sí mismo,
cargue con su cruz y sígame.
Este es uno de
los temas dominantes y frecuentes en la enseñanza de Jesús. Estas son cosas de Jesús
dijo una y otra vez (Mateo 10:37-39; Marcos 8:34-37; Lucas
9:23-27; 14:2527; 17:33; Juan 12:25). Una y otra vez
Jesús les hacía enfrentarse con el desafío de la vida cristiana.
Hay tres cosas que una persona debe estar dispuesta a hacer si quiere de veras vivir la vida cristiana.
Hay tres cosas que una persona debe estar dispuesta a hacer si quiere de veras vivir la vida cristiana.
·
Debe negarse a
sí misma.
Corrientemente
usamos la palabra autonegación en un sentido limitado.
Nos referimos a renunciar a algo. Por ejemplo, una semana de autonegación puede
ser una semana en que nos privamos de ciertos placeres o lujos a fin de
conseguir alguna buena causa.
Pero eso es solo
una mínima parte de lo que Jesús quería decir por autonegación. El negarse a sí mismo quiere decir en todos
los momentos de la vida decirle no al “yo” y sí a Dios. Negarse a sí mismo
quiere decir una vez y por todas y para siempre destronar el “yo” y entronizar
a Dios. Negarse a sí mismo quiere decir borrar el “yo” como principio dominante
de la vida, y hacer que Dios sea el principio rector, o más aún, la pasión
dominante de la vida. Una vida de constante negación al “yo” es una vida de
constante afirmación de Dios.
·
Debe cargar
con su cruz.
Es decir: debe asumir la carga del sacrificio. La vida
cristiana es la vida del servicio sacrificial. Puede que el cristiano tenga que
abandonar la ambición personal para servir a Cristo; puede ser que descubra que
el lugar donde puede rendir a Jesucristo el mayor servicio sea donde la
recompensa sea más pequeña y el prestigio ni siquiera exista. Probablemente tendrá
que sacrificar tiempo y ocio y placer para servir a Dios por medio del servicio
a sus semejantes.
Para decirlo
sencilla y llanamente: la comodidad junto a la chimenea, el placer de una
visita a un lugar de entretenimiento, puede que hayan de sacrificarse por los
deberes de una responsabilidad en la iglesia, la dedicación a un grupo de
jóvenes, la visita al hogar de algún alma triste o solitaria. Bien puede que
se tengan que sacrificar algunas cosas que uno se podría permitir poseer, a fin
de dar más a los demás. La vida cristiana es la vida sacrificial.
Lucas, con un destello de intuición diáfana, añade
una palabra a este mandamiento de Jesús: «Que cargue con su cruz diariamente.» Lo realmente importante no son los grandes momentos
de sacrificio, sino la vida que se vive en constante conciencia de las demandas
de Dios y las necesidades de los demás. La vida cristiana es una vida que se
preocupa por los demás más que por uno mismo.
·
Debe seguir a
Jesucristo.
Es decir: debe
rendirle a Jesucristo una obediencia total. Cuando yo era joven, solíamos jugar
a una cosa que llamábamos < seguir al líder.» Todo lo que hacía el líder, aunque
fuera difícil o, en el caso del juego, hasta ridículo, se tenía que imitar. La vida cristiana es un constante seguir a
nuestro Líder, una obediencia constante en pensamiento, palabra y obra, a Jesucristo.
El cristiano sigue las huellas de Cristo, dondequiera que Él guíe.