Luego abrieron sus
tesoros y le ofrecieron de regalo oro, incienso y mirra…(Mateo 2:11)
El joven José toca de puerta en
puerta esperando encontrar lugar para su prometida, ya van varias posadas
recorridas pero no encuentra ninguna habitación disponible… Se preocupa, es el
hijo de Dios el que va a nacer y las horas avanzan mientras la noche se hace
más fría.
Mira al cielo y siente una gran
responsabilidad y un peso en su hombro, pues no quiere fallarle a Dios, se
imagina una voz que le dice ¡Es lo mejor que pudiste encontrar para el creador!
Así que avanza hacía la última posada y le ruega al encargado una habitación
para su bebe… bueno, no es exactamente su bebe...
…El único lugar disponible es
uno utilizado como establo para los animales…se dice a si mimo “hice mi mejor
intento”, confía en Dios y deja que las horas sigan su curso.
A lo lejos se acercan unos
“sabios”, vienen ansiosos por conocer al Rey de los Judíos, no vienen vacíos y traen
regalos para el pequeño.
Mateo 2:10-11
… Cuando volvieron a ver la estrella se pusieron
jubilosos de alegría. Y cuando entraron en la casa vieron al niño con su madre
María, y cayeron de rodillas y le adoraron. Luego abrieron sus tesoros y le
ofrecieron de regalo oro, incienso y mirra…
Los sabios
encontraron la manera de llegar a Belén. No tenemos que pensar necesariamente
que la estrella se moviera como un guía por los cielos, pero el hecho es que
estaban allí.
El Nuevo Testamento no dice cuántos sabios fueron,
pero la idea de que fueron tres surgió sin duda de los tres regalos que
trajeron. Leyendas posteriores los hicieron reyes. Y una leyenda aún más
posterior les puso nombres: Gaspar, Melchor y Baltasar.
Todavía más tarde se asignó a cada uno una
descripción personal, y se especificó el regalo que aportó cada uno a Jesús.
Melchor era anciano, de pelo blanco y con una barba
larga, y fue él el que trajo el regalo del oro. Gaspar era joven y lampiño y
claro de rostro, y fue el que contribuyó el incienso. Baltasar era negro, con
una barba nueva, y fue el que trajo el don de la mirra… (Nada de esto está en
la Biblia).
Lo que sí
sabemos es que los regalos que le ofrecieron a Jesús tienen un algo contenido
simbólico. Miremos
·
El oro: es el regalo para
un rey.
Según la tradición nadie podía acercarse a un Rey sin un regalo. Así que nada
mejor para un Rey que ofrecerle algo tan valioso como el oro.
·
El incienso: Es el regalo
para un sacerdote. Era en el culto del templo y en sus sacrificios donde se usaba el
dulce aroma del incienso. La función de un sacerdote es abrirles a los hombres
el camino hacia Dios.
La palabra latina para sacerdote es Pontifex,
que quiere decir el que hace de puente.
·
La mirra es el regalo para
uno que va a morir. La mirra se usaba para embalsamar los cuerpos de los muertos.
Jesús vino
al mundo para morir.
La navidad en Belén fue muy diferente a nuestra
navidad. No hubo villancicos, no estaban los regalos debajo de un árbol, ni
siquiera se escribió una carta a Santa. La navidad en Belén fue un niño nacido
en un establo, con padres primerizos que buscaban desesperadamente un lugar
donde quedarse. Fue Dios recibiendo adoración de unos desconocidos que
reconocían la grandeza de lo que estaba pasando en ese momento, tanto así que
se “arrodillaron”, cayeron postrados ante Jesús reconociendo la magnitud del
nacimiento del maestro. Esto fue la navidad en Belén.
¿Qué
representa para ti la navidad? ¿Estamos los cristianos siguiendo la mercadotecnia
de la temporada que viste a un anciano de rojo producto del Marketing de una
bebida de refrescos, o nos postramos en adoración de gratitud a Dios por haber
venido a nacer en nuestra tierra?
Los regalos del niño Jesús al pie de su cuna
representaban lo que iba a ser su vida, pero ninguno me impacta más como el
regalo de la mirra. Ningún niño pide un ataúd para navidad, ni un descuento
para un cementerio privado, un niño no se imagina que va a morir algún día,
sólo sueña y vive, pero el niño Jesús mientras crecía sabía que algún día iba a
morir por nosotros ¿Agradecemos esto en Navidad?
Sus regalos solo
predecían que había de ser el verdadero Rey, el perfecto Sumo Sacerdote y, por
último, el supremo Salvador de los hombres.
Bendito sea Dios que con el
nacimiento de Jesús vino nuestra esperanza. Alabado sea que mientras nosotros
disfrutamos de estas fechas, un Dios envuelto en pañales nos enseñaría el
camino para llegar al cielo. Esto alabamos y celebramos.
Esto no debe perderse en medio
de nuestra sociedad consumista. Debemos predicarle a nuestros hijos la
verdadera historia del porqué se paraliza casi todo el mundo con el nacimiento
del hijo de Dios.
¡Vale la
pena celebrarlo, vale la pena compartirlo!
¡Feliz
Navidad!
Te amo en Cristo: Carlos
Mendieta